Anécdotas
SUFRIMIENTO
Todo sucedió unos años atrás, mi padre enfermó y las cosas en casa se complicaron, endeudados mis padres, me cambiaron de colegio y allí fue cuando viví la experiencia más desagradable de mi vida. Cuando comenzó las clases en mi nuevo colegio tenía 11 años, era una de las menores de la clase, estudiaba con jóvenes que me llevaban 5 y hasta 6 años, el colegio era bastante malo, los profesores eran un poco mediocres y los estudiantes ni se diga; mi salón estaba lleno de repitentes, los únicos que cursaban el año por primera vez, eran Andrés, Cesar, Rebeca, Jazmín, Samuel y yo, el ambiente era hostil los repitentes nos trataban muy mal, sus bromas eran absurdas y en algunos casos enfermizas, no podían pasar ni un solo día sin hacer bromas pesadas. Un día se incorporó un alumno nuevo (otro repitiente) que era muy amigo de dos vecinos suyos que cursaban clases en el mismo salón que yo, allí comenzó la peor etapa de mi adolescencia, entre él repitiente nuevo que se llamaba César y sus vecinos que se llamaban Denis y Rosbel , se encargaron de hacerme la vida imposible; César me dio un sobrenombre y eso hizo que por un año mis compañeros dejaran de lado mi nombre de pila para usar el que César me había otorgado, pasé un año recibiendo humillaciones por parte de todos los de ese salón, los profesores no hacían nada, la directiva del colegio ignoraba mi sufrimiento y la psicóloga pensaba que mi repudio al colegio era por pura rebeldía así que decidí callar. En casa nadie me tomaba en cuenta, mi madre no se cansaba de repetirme que no me iba a cambiar de colegio pues era algo temporal y que debía dejar de ser tan malcriada, ante la reacción de mi madre decidí guardarse lo del sobrenombre para mi sola. Ese año paso con lentitud, mi vida era bastante triste y mi mente (como la de cualquier adolescente) creía lo que esos desalmados me repetían a diario, comencé a escaparme del colegio, aun recuerdo que todos los jueves me escapaba con sus amigos del colegio anterior, recuerdo que hacia hasta lo imposible por permanecer lejos del colegio. Al año siguiente volví al mismo colegio y el primer día de clases jure que si me volvían a decir algún apodo los iba a matar a todos, de hecho llegué a contactar a un joven que conseguía armas de la policía pero gracias a Dios no tuve que comprar el arma, ese año mi salón se lleno con nuevos estudiantes, jóvenes que realmente querían estudiar y que no se humillaban entre sí, ese año mis deseos de asesinar a los que me habían humillado el año anterior se esfumaron pero me quedo el trauma, trauma que creo superaré con el tiempo y con la ayuda de mis nuevos amigos.